miércoles, 28 de abril de 2010

El Corazon Mas Grande del Mundo

Pedrito Choquehuanca nació hace cuarenta y cinco años en la ciudad de Acobamba, cuando sus padres lo vieron por primera vez quedaron estupefactos, porque no eran lo que ellos esperaban. Era un bebé que estaba marcado, no había nacido para ser feliz. Su padre Don Ismael Choquehuanca - empresario progresista y más reconocido de la ciudad - pensó que ese niño era un castigo de Dios. Doña Lupita Delgado, su madre, una limeña menuda, altiva, soberbia y muy superficial, preocupada siempre por el qué dirán, sintió vergüenza de su primer hijo. Pedrito con el tiempo se convirtió para sus padres en una mancha imborrable en la reputación de la familia Choquehuanca Delgado, en el tumor canceroso que habría que extirpar y todo esto debido al error genético en él, a su retraso mental.


A los cinco años de edad, Pedrito fue enviado a Lima junto a Mercedes, la empleada doméstica de la casa y la que se convertiría de aquí en adelante en su madre. Pasaron los años y Pedrito fue educado en los mejores colegios de la ciudad gracias a los generosos envíos mensuales de dinero que hacían Don Ismael y Doña Lupita, con la condición implícita de tenerlo lejos, extirpando de esta manera aquel tumor que ponía en peligro la honorable reputación que los Choquehuanca Delgado habían forjado a base de superficialidades. Con el tiempo Mercedes conoció al negro Fidel Santa Cruz, reconocido decimista chinchano, que con su verbo florido y entre buscado logró conquistar a la guapa chola que era Mercedes y adiestrando con mucho facilidad a Pedrito, que se convirtió en todo un dotado para rimar palabras.

Pedrito no era como cualquier niño de su edad, era muy culto y leído, era un muchacho con una nobleza en el alma, pureza de mente, mirada dulce y siempre trataba a la gente con cariño, llamándolos a todos en diminutivo. No tuvo una infancia semejante a la de otros niños del tradicional barrio donde le tocó vivir. Por desgracia o fortuna suya, nunca jugó a la pelota, no se trepaba a los árboles, ni se trompeó en alguna esquina. Se limitaba a observarlos desde lejos, los miraba con ojos inteligentes, los veía divertirse, sudar, crecer y fortalecerse en esas aventuras que a él le eran indiferentes, lo suyo era el arte. Desde muy pequeño se le veía dibujar pequeños dibujos con formas humanas, con el pasar del tiempo y con la práctica retrataba de todas las formas a Mercedes, que gustosa posaba para el joven artista. Al terminar sus estudios escolares, no quiso postular a la universidad, decidió ganarse la vida haciendo lo que más le gusta, retratar y plasmar en cartulina todo lo que otros no podían ver, lo más bello de cada persona. Para esto, entre trazo y trazo de carboncillo dedicaba unas décimas al o la modelo de turno, que instantáneamente dibujaban una expresión de felicidad en sus rostros. Por fin había encontrado una manera de expresar su sensibilidad y una voz para su inspiración.

A base de trazos y rimas Pedrito se convirtió en todo un personaje en el Parque Chabuca, todas las tardes con su banquito, trípode, dotación de cartulinas A-3 y armado de su carboncillo en la mano izquierda se hacía 20 retratos al día, ni más, ni menos. Retrató a personajes famosos, que incluso le pagaban muy bien para que Pedrito les concediera una sesión privada.

Sarita Vilca, vino al mundo hace treinta y cinco años en una fría casucha del cerro más famoso de Lima, San Cristóbal. Era una excelente cocinera, lo heredó de su madre, María Portales, cocinera de dedos mágicos que trabajaba en un colegio religioso, lugar donde Sarita se educó y supo ganarse el cariño de todas las monjitas. ¿Su padre? Nunca se supo de él, solamente que se paseaba por todos los bares de El Agustino y que amanecía tirado en medio de la basura de los mercados. Sarita vivía también con su abuela, Doña Margarita, una mujer muy renacuaja, delgadita, con más arrugas que una pasa. Ninguna de las mujeres con las que se crió Sarita se avergonzó de su retardo mental.

Una tarde de domingo mientras Sarita Vilca paseaba por el Parque Chabuca, en el centro de Lima, un abusivo se le acercó y de forma agresiva comenzó a burlarse de ella. Pedrito Choquehuanca que observaba el espectáculo a lo lejos, se levantó de su asiento y en un acto nunca antes visto en el retratista de famosos, humilló al tipo bajándole los pantalones por detrás, el patán al voltearse se encontró con los ojos de Pedrito, desorbitados de la furia y con los puños convertidos en cañón de misil que dejaron al patán totalmente confundido y asustado sin ni siquiera poder responder, se levantó los pantalones y escapó corriendo a toda prisa casi tropezándose. Así fue que Pedrito vio por primera vez a la mirada más hermosa que se convertiría en su musa para el resto de su vida y Sarita se enamoró instantáneamente de aquel héroe improvisado que la salvo de ese dragón despiadado y abusivo.

A la semana siguiente Pedrito visitó a Sarita en su casa, ella feliz por la visita se esmeró en preparar una rica cena. Sentados a la mesa las miradas entre ambos decían más que las palabras, en el mundo no importaba más que esas miradas. Ella le regaló una flor tallada en una zanahoria y él le dibujó un corazón en una servilleta y con una décima llena de sentimiento le propuso matrimonio. Ella aceptó entre lágrimas y se dieron su primer beso. Doña María al ver la escena no paraba de llorar emocionada. Por otro lado, la chola Mercedes y el negro Fidel llenaron de abrazos y besos a su hijo, fueron los más entusiastas con la organización de la boda.

Un año después vino al mundo el ser que les cambiaría la vida totalmente. Nació Valeria y Pedrito sintió una gran alegría al ver a sus dos mujeres, observó que una lucía pálida, la otra radiante y dormilona, fue lo más bello que pudo ver. Experimentó una sensación jamás sentida. A la siguiente semana ya se había dejado cautivar por la sonrisa de la pequeña Valeria, fue entonces cuando empezó a amarla con locura, su carita y su mirada no se apartaban ni un instante de su pensamiento. Ella se convirtió en su más bella musa, había pintado innumerables cuadros con su rostro, sus ojos, sus labios, sus cabellos y cada poro de su piel se convirtieron en lo más puro y milagroso que había visto. Pasaron los años y Valeria desde pequeña amaba la lectura y como en todo cuento de hadas soñaba celebrar sus quince años como toda una princesa. Un día Valeria le dijo a su padre, “papi, cuando tenga quince años, ¿qué me darás de regalo?" y Pedrito le respondió, “pero mi bonita, recién tienes diez añitos” y ella con inocencia, “bueno papi, como la abuela dice, el tiempo pasa volando”… y era verdad, Valeria ya había cumplido los catorce años y tenía excelentes notas escolares, ocupaba todo el espacio en casa, en la mente y en el corazón de la familia, especialmente en el de Pedrito Choquehuanca, su padre, retratista de famosos y decimista romántico.

Fue un domingo muy temprano cuando los tres se dirigían al parque, Valeria tropezó con algo -al menos eso creyeron todos- dio un traspié, Pedrito trató de detenerla pero fue imposible, a pesar de que el golpe no causó daño evidente, Valeria casi perdió el conocimiento. La llevaron sin mayor preocupación al hospital, pero inesperadamente permaneció allí diez días. El doctor a cargo informó a Pedrito y a Sarita que Valeria padecía de una grave enfermedad que afectaba seriamente a su corazón, pero no era definitivo, había que practicársele otras pruebas para llegar a una conclusión definitiva. Pedrito se sintió devastado, pensando que desde que nació estaba marcado para ser infeliz.

Pedrito al ingresar a la habitación donde Valeria se encontraba reposando, se acercó lentamente como contando sus pasos y con una mueca que simulaba una sonrisa, al sentirlo Valeria abrió los ojos, “papi, ¿voy a morir, no es cierto?… eso te dijeron los médicos, ¿no es verdad?” Le dijo a su padre mientras lo tomaba de la mano, “no mi amor, no vas a morir, Dios que es tan grande no permitiría que pierda a mi princesita… ¿sabes? Eres lo que más he amado en este mundo” le contestó él con la voz entrecortada. “Papá, los que mueren, ¿van al cielo? ¿Pueden ver desde lo alto a las personas más queridas? ¿Sabes si pueden volver?”, “Bueno hijita, no lo sé, pero te prometo algo, si yo muriera no te dejaré sola, estando en el más allá buscaré la manera de comunicarme contigo o en todo caso utilizaría el viento para venir a verte” “¿el viento? ¿Y como harías eso papi?”, “Jajaja… no tengo la menor idea bonita, sólo sé que si algún día muero sentirás que estoy contigo cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas”.

Ese mismo día por la tarde llamaron a Pedrito, el asunto era grave, Valeria, su hija, se estaba muriendo, necesitaban un corazón, pues el de ella sólo resistiría unos quince o veinte días más. “¿Un corazón? ¿Y de dónde saco un corazón?” Se preguntaba desesperado el dibujante más rápido del Parque Chabuca.

El último lunes de ese mismo mes, Valeria cumpliría los quince. El primer lunes por la tarde fue cuando consiguieron por fin un donante… las cosas iban a cambiar a partir de ese momento. Dos días después, Valeria estaba operada, todo sucedió como los médicos esperaban, fue un éxito total, sin embargo, Pedrito no había vuelto al hospital y Valeria lo extrañaba muchísimo, Sarita, su madre, le dijo que todo estaría bien y la abrazó con ternura. Mientras Doña Mercedes, Doña María y la abuela Margarita se ahogaban en lágrimas.

Ya al llegar todos a casa se sentaron en un enorme sofá y su mamá con los ojos llorosos, le entregó a Valeria una carta de su padre:

  • Valeria, mi gran amor, mi bonita, al momento de leer esta carta, ya debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa que le hice a tu madre, ser el héroe de ustedes dos por siempre. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento el no estar a tu lado en este instante. Cuando supe que ibas a morir, sentí que yo también moriría contigo, no podía imaginar un mundo sin ti y me preguntaba qué podía hacer, después de tanto pensar y sentir mil cosas dentro de mí, decidí finalmente que la mejor manera de hacer algo por ti, era dar respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenías diez años, ¿recuerdas? Y a la cual no respondí… decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás ha hecho… mi corazón. Te regalo mi vida entera sin condición alguna, sólo el que seas feliz, haciendo lo que más te gusta, sintiendo muchas cosas bellas y sabiendo que en el mundo lo más importante es que quieras vivir, vive hija, siempre estaré a tu lado, te amo y siempre te amaré, porque eres lo más grande y hermoso que Dios me ha dado. Tu padre”.

Valeria lloró todo el día y toda la noche, al día siguiente fue al cementerio y se sentó sobre la tumba de su papá y susurró “Papi, ahora comprendo cuánto me amabas, yo también te amo y te honraré para siempre”. En ese instante las copas de los árboles se movieron levemente y cayeron algunas flores. Valeria sintió que un suave viento rozó su cara y una brisa fresca besó sus mejillas, alzó su mirada al cielo con una paz inmensa y dio gracias a Dios por todo eso, se levantó y caminó a casa con la alegría de saber que llevaba en su corazón el amor más grande del mundo.

El Más bello Angel

Hace más de 3 años la vi por primera vez, un nuevo ángel en mi vida, se me presentó en sueños.


Me encuentro en un sitio hermoso, demasiado bello para ser este mundo, es en un jardín inmenso lleno de flores, hay muchos colores, se puede respirar un aire muy puro, el cielo transparente, se puede oír una suave melodía en el canto de los pájaros, me acerco a un grupo de flores, las que tenía las más bellas que nunca antes había visto, en medio de ellas sale una linda niña, piel blanca como el algodón más puro, ojos grandes y verdes, cabellos ondulantes castaños casi rubios acariciando su mejilla, lleva en la cabeza una corona con flores que se ven aún más hermosas al adornar su linda carita, viste todo de blanco, los piecitos descalzos que en su caminar dejan a su paso estelas de pétalos de rosas, es el ser celestial más bello que se me había presentado.

Yo me quedo paralizado, sin poder moverme ni decir nada, ella se va acercando lentamente, siento una rara sensación y a la vez muy agradable, mientras se acerca puedo ver en su rostro a alguien familiar, me toma de las manos con esas manitas tan chiquititas, suaves y calientitas, ella me las acaricia, las mira, juega con ellas, luego levanta la mirada y al verla directamente una palabra fluye de mi boca “hijita”, en ese microsegundo mil cosas pasaban por mi mente, mi Emily, la había pensado tanto, la desee con mucho amor, la tengo frente a mi y es exactamente como la imaginaba, tan linda y delicada, todo de ella es más bello que un ángel.

•Temamo papi, quiero estar contigo y mamá – me dijo Emily.

•Y lo estarás mi amor, tanto tu mami y yo te amamos tanto y soñamos con tenerte en nuestros brazos, acariciándote y cuidando de ti en cada segundo – le contesté mientras la levantaba en mis brazos.

•Me pica papi…jijiji – me dice mientras juega con mi barbilla dejándome ver su sonrisa picara.

•Si, lo mismo me dice tu hermanito.

•¿Mi hermanito? – me contesta sonriendo alegremente, juntando sus manitas y entrelazando los deditos poniéndolos junto al mentón, mientras sus ojitos me muestran su mejor color.

•Si se llama Matias, tiene la misma sonrisa picara que tu. – le acaricio la mejilla y ella me regala otra sonrisa.

•Y mi mami?

•Tu mami es la mujer más linda que conocí, por eso la escogí para darte vida, ella es la mujer que más te ama en el mundo y estarás muy dentro de ella mucho tiempo, se convertirá en tu mayor protectora, tu amiga, tu confidente y además es muy bella, se parece mucho a ti sabes?. – le digo peñizcándole la mejilla y ella sonríe conmigo.

Siento una alegría inmensa en mi corazón, una gran paz. Caminamos de la mano a través de un sendero que así como todo el lugar a nuestro alrededor esta lleno de flores hermosas, al costado animales de todo tipo juegan entre ellos, el sol nos acaricia libremente en un cielo celeste libre de nubes, todo es perfecto, llegamos a una laguna de aguas cristalinas donde se pueden ver coloridos peces, a nuestro costado una familia de patos marchan como si bailaran al compás de una suave melodía y rápidamente se meten a chapotear en el agua.

Nos sentamos a la sombra de un gran árbol cuyas raíces nos sirve de asiento, Emily esta sentada al lado mío, yo la abrazo y le doy un beso en su cabecita, ella me abraza y me dice:

•¿Papi, cómo es el mundo en donde viviré con ustedes? ¿Es así como este?

Yo me quedo sin palabras, no se que contestarle, no puedo contaminar su alma diciéndole la verdad acerca de este mundo cochino, egoísta y mezquino, sería fatal decirle que este es un lugar atroz, peligroso y horrible. Mientras pienso en eso miro su sonrisa y el brillo de sus ojos, la misma mirada de mi Pamela, la más linda mujer que me cambió la vida y a quien escogí como mi cómplice para dar vida a esta vida. Con ella y Matias trataremos de cambiar de color a este mundo gris. Me lleno de optimismo y le digo:

•Si mi vida, es precisamente como este. El mundo donde tu vivirás es un lugar lleno de amor, donde no te falte nada, en donde tu mami, tu hermanito y yo te llenaremos de besos que te protegerán de todo aquello que quiera dañar tu alma, te crearemos un nuevo mundo donde no exista el egoísmo, la maldad ni la indiferencia. Tu llegarás a un hogar donde la presencia de Dios bendecirá cada paso que des al lado de una linda familia.

•Y mamá, esta ansiosa por mi llegada? – le brillan los ojos aún más, yo me lleno de dicha.

•Sí mi amor, ella esta más que feliz, se le iluminan los ojos de felicidad cada vez que habla de ti, me dijo que quiere que llegues pronto, necesita escuchar tus dulces llantos, deleitarse con tu tierna sonrisa, ver tus ojitos que serán como estrellitas brillantes en medio de la noche, sentir tu suave piel y oír la melodía de tu corazoncito cuando late estando en su pecho, ver como duermes y solo contemplar tu dulce y tierna presencia. Esas son las palabras de mamá.

De repente una luminosidad mayor a la del sol va bajando lentamente del cielo para ubicarse a unos metros de nosotros, Emily se levanta y me da un abrazo muy fuerte que lo sentí hasta el alma, me dio un dulce beso en la mejilla, yo la cojo de la mano, no quiero soltarla, las lagrimas brotan de mis ojos, estoy feliz, más feliz que nunca.

•Papi me tengo que ir ¿nos veremos en otro sueño?

•Si mi amor, será muy prontito, te lo prometo – digo mientras la veo caminar hacia la luz, antes de ingresar se da vuelta y se me queda mirando, me despide moviendo sus bracitos y yo feliz con esa carita picara.

•Temamo papi.

•Te amo mi bonita….Te amo mi angelito... Te amo mi Emily....

martes, 27 de abril de 2010

Solamente una noche de pasión

Estamos en un bar con vista al río - al famosísimo Río Amazonas – Armando, Braulio y yo, chupando y celebrando quien sabe qué, como siempre, cualquier cosa es buena excusa para tomarnos unas chelas. Me encanta salir con mis patas, mis hermanos, ellos dos completan el trío de mosqueteros bohemios y sinvergüenzas. Sólo con ellos puedo compartir secretos inconfesables, hablar de las intimidades más sensibles y reírme de las más desvergonzadas y atrevidas aventuras. Con ellos puedo sentarme a charlar sin tener que cuidar de mi vocabulario y sentir la libertad de vociferar las vulgaridades que se me antoje. Sólo con mis amigos tengo la complicidad de desviar juntos la mirada ante la presencia de una chica guapa, apreciarla, comentarla y hasta de tomarnos el atrevimiento de piropearla. De hacer concursos de eructos, que por cierto son biológicamente necesarios y de ser el más inmaduro del mundo y no sentir remordimiento alguno por eso.


Armando recibe a su celular la llamada de su novia, él pone la cara pavo baboso, con los ojos en forma de corazón, babeando y dando besos al teléfono, ya para que al terminar la conversación con una sonrisa de oreja a oreja nos informe “Chicos, mi Viviana esta en camino, así que, pórtense bonito” y finalmente suelta un suave suspiro que produce carcajadas a Braulio y a mi. Armando es un tipo envidiado, más alto que chato, más flaco que regordete, físicamente no es agraciado, pero tiene algo inexplicable para muchos y una gran encanto para muchas, siempre tiene de parejas a mujeres realmente guapas, de esas que son para presentarlas como novias a tus padres, de esas que son para pasearse del brazo por toda la ciudad, dejando atrás a decenas de tipos envidiando tu suerte y todos ellos preguntándose ¿Cómo lo hace?. Mientras que Braulio esta por casarse, ha decidido renacer la llama que estaba por extinguirse en la relación con su chica de seis años de noviazgo. “Amigos, Romina y yo decidimos ser padres, estoy feliz”.

Supongo que lo que me alegra es el hecho de saber que mis amigos son felices, que están felizmente acompañados. Por otro lado me remuerde la envidia y me siento infelizmente tonto de estar solo, de cargar con la culpa del fracaso de todas mis relaciones, debe ser porque mis ex, todas ellas, fueron las que terminaron conmigo. Es en momentos como este, la soledad no me resulta confortable, me intimida, me asusta. Hay muchas cosas que me gusta hacer solo: visitar librerías, comprarme ropa, leer en el baño, escribir (aunque estos dos últimos son actos solitarios por definición). No es que me aloque por tener a una mujer a mi lado, no me apuro tampoco por emparejarme y comprometerme con alguien, como otras personas que se queman la cabeza con eso y desesperados terminan enganchándose con cualquiera, a quien no aman, con quien pueden y no con quien quieren, con un espejismo, con una figuración, con una encarnación pero que representan eso que tanto soñaban, la compañía, buena o mala, pero compañía al fin. Como si inconscientemente buscaran a alguien para que sea testigo y dar crédito de sus vivencias. Estoy contento conmigo, me soporto a mi mismo, me tolero, me miro al espejo y veo lo que soy: un retaco que apenas llega al metro setenta, nariz aguileña, panza abultada que aún continua expandiendo sus dominios, miope y de pies chuecos.

Lo que no me gusta es estar en un bar y ver a mis cómplices de caza devorar frente a mis ojos a sus respectivas presas. Decido desenfundar mi rifle, levanto la mirada y logro divisar a un tipo y su chica a unos dos metros de donde estoy. Se les ve muy bien. Se les ve enamorados. A él más que a ella. Minutos después el tipo chato, gordo y con cara de borrachín monse, se levanta y se va al baño. La chica me clava una mirada que no puedo esquivar. La miro con el típico gesto de galán de barrio, le sonrío, le levanto el vaso y le hago salud a la distancia. Ella se ríe, me devuelve el gesto y bebe el último trago de lo que a lo lejos parece ser vino. No es muy bonita, pero tiene la sonrisa más linda de todo el local. Aprovechando la demora de su acompañante, me armo de valor ya embalado por el alcohol, me acerco y le digo “Despacha de una vez a tu amiguito y siéntate conmigo y mis amigos”. Mientras le hablo la veo más bonita que hace unos minutos. Me dice que no, que ya se está yendo y ese “amiguito” es su esposo. Le digo “Huy!!! que pena, bueno para otra vez será”. Me vuelve a decir que no, que es imposible “No salgo con otro tipo que no sea mi marido” y siendo medianamente provocador le entrego mi tarjeta personal, lanzando un evidente manotazo de ahogado. Ella la toma, se la guarda en el bolsillo trasero de su pantalón blanco. Regresa el chato, antes de sentarse la besa, ella recibe el beso fríamente, levanta la mirada hacia mí y luego la baja como si le causara pena que yo haya presenciado ese beso. Terminan lo poco que quedaba en la botella y se marchan. El tipo se balancea de un lado a otro, camina con dificultad, es notorio que esta completamente ebrio. Recién al pararse puedo ver en ella lo bien proporcionada que se ve, es tal el morbo que me produce apreciar esa tanguita a través de ese pantalón blanco al cuete, sin duda, su bonito trasero saca cara por ella. Así se va, sin regalarme una mirada de despedida, la única que me gustaba en todo el bar.

Yo, carente – por naturaleza – de la belleza física necesaria para hacer que las chicas se rindieran ante la menor de mis insinuaciones y piropos de seductor errático, no tengo más opción que buscar situaciones creativas para persuadir a las mujeres y llegar a ser, al menos por un mes, el hombre de sus vidas.

Mis experiencias con las mujeres me enseñaron rápidamente que, si a una chica no le gustaba desde el inicio, si el impacto de la primera impresión no resultaba como yo lo esperaba, debía optar por el sacrificado camino de la paciencia o simplemente descartarla y a apuntar la mira a otra presa. Ahí me encontraba, paciente, tolerante conmigo mismo, con la mirada de loser en mi vaso de cerveza, mientras que Armando y Viviana se encuentran felices comiéndose la boca cada vez más fogosos, con la mano de él perdiéndose entre las piernas de ella y a Romina peinando cariñosamente con la mano la cabellera de Braulio. “Tengo que ser paciente, en fin, esta no es mi noche, trata de pasarla bien” me digo mientras golpeteo la mesa y canto a toda voz la música de los Red Hot Chili Peppers. Segundos después llega un mensaje a mi celular "¿Dónde estas?" no logro reconocer el número, pero igual contesto "En el bar".

Media hora más tarde, sorprendido, veo pasar a través de la puerta, en medio de las luces y el humo de cigarros, a la chica del pantalón blanco, caminando directamente hacia mi mesa como una diosa, marcándome con la mirada fijamente, yo me quedo mudo y sonrío temblorosamente. Se para a unos metros de mi mesa y me llama coquetamente con el dedo, me acerco para saludarla, ella gira la cara hasta darle un beso de media luna, la cojo de las manos “¿bailamos?” digo, “¿se te ocurre algo mejor?” me pregunta y me clava otra vez esa mirada indescifrable. La mente se me pone en blanco y es en este momento en que se supone que debo decir algo ingenioso, algo inteligente, lo suficientemente gracioso para que ella se ría y la noche se prolongue. ¿Qué diría Armando?. Solamente se me ocurre preguntarle “¿Y tu marido?”, ella se ríe a carcajadas tapandose la boca con las manos “¡que marido! Ese idiota solamente es mi enamorado, esta borracho, se quedó dormido y no despertará hasta mañana al mediodía”, yo le sonrío, la cojo de la cintura y la hago mover al ritmo de “… I know you want me/ you know i want cha…” bailamos muy pegados, ella menea ese trasero enfundado en ese pantalón blanco, transluciendo su tanga morbosa, mientras yo le hago sentir mi excitación sobándola contra mi, la acaricio la cintura, el abdomen, paseo mis manos alrededor de sus pechos, como intentando saber cual es el límite. Le beso el hombro, sigo subiendo por el cuello llegando al borde de su rostro, ella voltea y me besa, su lengua juega dentro de mi boca, ella continúa de espaldas con sus brazos rodeando mi cuello. No para de sacudir la cadera al ritmo de la música, yo ya había dejado algunas gotas de sexo en mi pantalón. Hasta que el impertinente discjockey pone cumbia. Ella deja de sacudirse, gira, me coge la cara con las dos manos y me besa como si me quisiera arrancar los labios con los dientes y me dice una vez más “¿se te ocurre algo mejor?”. Yo embebido y dejando notar mi excitación “quitémonos de aquí, quiero pasar la noche contigo” luego me arrepiento lo que digo. “Ya la cagué, va a pensar que soy un enfermo, un troglodita sexual y me va a mandar volar” pienso. “Ya pues, vamos” dice. “Vamos a mi depa” propongo. Ella asiente con la cabeza. Yo sonrío por dentro - ya estaba haciendo cuentas mentales entre lo que me costaría el telo – porque a estas alturas ya estaba sin plata. Me despido orgulloso de mis amigos.

Una vez que llegamos a la puerta de mi departamento me dice “Me llamo Cinthia”. “Yo soy Fabián” nos reímos juntos. Una vez dentro, al tiempo que se quita la casaca, enciendo el equipo de sonido “Para no quedarme dormido” le digo mientras pongo un disco magnífico de Andrés Calamaro. Nos sentamos en el sillón. A los cinco minutos ella toma la iniciativa y se me lanza encima, me quita la camiseta y me empieza a pasear sus labios carnosos por mi torso desnudo. Me besa con mucha prisa, yo trato calmarla besándola despacio (siempre me siento asaltado por el tonto sentimental que llevo dentro), pero ella se muestra como apurada. Pienso: esta flaca tiene muy claro que no le interesa conocerme más allá de esta noche, es solo una aventura. Como diría Braulio “lo demás son huevadas”.

Cinthia me lleva a la habitación jalándome de la cintura del pantalón, apaga la luz y prende la lámpara en la mesita de noche, mientras le abro la blusa muy despacio, con ternura, ella desabrocha el boton de mi jean, me baja el cierre y desliza su mano al interior de mi calzoncillo – el mismo que hace unas horas escogí porque tenía pocos usos y no tenía huecos – yo saco discretamente el condón de mi bolsillo derecho. Me tumba en la cama, nos terminamos de desnudar completamente, se monta encima de mí y me empieza besar por toda la cara hasta llegar a morder la oreja hasta jugar con mi arete y me susurra al oido "¿Hay algo que me jor que esto?". Hacemos el amor y mientras eso va pasando pienso en lo útil que sirvió ser honesto – o estúpito, que es lo mismo – y decir lo que piensas – o lo que tus genitales sientan – sin autocensuras.

Hoy me desperté casi al mediodía. Cinthia se marchó muy temprano. He decido venir a comerme un cebiche para recuperarme de la borrachera de la noche anterior, increíblemente no tengo resaca, no me duele la cabeza, pero si unas locas ganas de comer un rico cebiche y de volver hacer el amor con Cinthia, la provocadora chica del pantalón blanco de anoche. A partir de ahora me reprimiré menos y seré más transparente y directo, tener confianza en uno mismo es la voz. Así me haré menos daño y la pasaré mejor.

Después de una semana vuelvo a ver a Cinthia en una revista, está en una foto que tiene como leyenda “Artemio Choquehuanca, eminente empresario se casa con la señorita Cinthia Arévalo en una pomposa boda”. Quiero pensar que aquella noche quizá ella quiso tener su última aventura conmigo. Hoy me sonrío gratamente de haberme atrevido a hacer aquello que en su momento, me pareció demasiado kamikaze. El usar la estrategía del chico tímido es muy efectiva, pero la de ser osado si que da buenos resultados.

Vendra la Muerte y Tendra tus Lindos Ojos

Fue una noche sin estrellas, corría mucho viento, había indicios de que se venía una fuerte lluvia, yo volvía a mi casa muy cansado después de trabajar, de pronto mientras manejaba mi moto te vi a un lado de la pista, arrodillada en el suelo, al costado tu moto chaly color verde, ya muy viejita y que ya te había hecho varios desplantes en plena calle y en los más inoportunos momentos, al perecer tenías problemas nuevamente, pasé muy cerca de ti, seguí de largo pero al llegar a la esquina decidí dar vuelta y ayudarte, me estacioné a unos metros de donde tu te encontrabas y me acerqué a ti:

Hola, como estas…eeeh disculpa pero pasaba por aquí y vi que tienes problemas con tu moto, esteee si quieres te puedo ayudar – te dije con tímida sonrisa y casi tartamudo al hablar, mientras tu luchabas con el motor de tu vetusto vehículo.

Hola…oye que bueno, pucha que lindo, en serio me puedes ayudar? – me contestaste mientras te levantabas del piso.

Claro, como no, además ya estoy acostumbrado a estas cosas, mi moto también se para malogrando constantemente y ya me hice todo un mecánico empírico – sonreímos un poco.

Si ya lo creo, pero yo soy una inútil, a las justas le lleno el tanque de combustible y eeeeeso a veces me olvido - nos reímos a carcajadas.

No son cosas que una chica deba saber, además para eso estamos nosotros para auxiliarlas.

Gracias en serio, mi nombre es Ana María, pero todos me dicen Annie – te presentaste estirándome tu mano lleno de grasa.

Fabián, que lindo gusto – te estreché la mano sin problemas, ya que la mía también ya estaba toda grasienta.

Así fue como nos conocimos, si bien esa noche no pude solucionarte el problema con tu moto, pero no fue porque no era capaz, aunque te debo confesar que el problema era muy simple y pude haberte hecho funcionar la moto en unos minutos, pero quería tener una excusa para acompañarte a tu casa aunque sea empujando tu moto con la mía y poder verte al día siguiente, ya sabes así soy yo o como tu siempre me decías “tu y tus mañoserías para conocer chicas, eres un pendejo monse”, así eras tu mi bien recordada Annie siempre diciéndome las cosas claras y directas, eso es lo que me encantaba de ti, no me ocultabas nada, aparentemente no había secreto entre los dos.

Nuestra amistad duró muchos años, lo mismo que duro mi cariño, admiración y lealtad hacia ti, ese mismo cariño que con el pasar del tiempo crecía más, seguí tu vida muy de cerca, conocí a todos tus novios y tu a mis conquistas de turno, a las mismas que con rumores falsos sobre mi las forzabas a que me abandonen, eras muy celosa, “ya demasiado tiempo ya te gozó, ya déjala, tu eres todo mío, que no jodan esas cojudas” me decías muy orgullosa después de lo que habías hecho con las ingenuas chicas con las que me divertía, eras más loca que una cabra Annie y yo cada día más loco por ti, pero siempre me lo guardaba en secreto.

Hasta fui cómplice en algunas de tus saliditas con chicos mayores que tu, aunque nunca llegabas al sexo con ninguno de ellos, y yo te creía cuando me lo decías, no por tonto, sino porque te conocía muy bien, me contaste una tarde que solo lo habías hecho un par de veces con tu ex, con el que duraste un año, de paso fue tu primer novio y tu primer hombre, ¿qué será de la vida de Carlos, seguirá viviendo en Madrid?¿Seguirá siendo el mismo nerd?.

Siempre me contabas de tus aventuras locas que no pasaban de besitos y abrazos, me aseguraste que solo eso eran para ti simples “aventuras amorosas” y por lo mismo no llegaban a más, que en realidad vivías enamorada de un tipo al cual yo desconocía, era todo un misterio para mi, me obligabas a rogarte por su nombre, vivía atormentándome la cabeza tratando de descifrar tus palabras para saber quien era el tipo que me estaba robando a la mujer que tanto quería, mientras tu alimentabas mi cólera y odio hacia este enigmático personaje cuando me describías como era contigo. No sabes como ardía en celos.

Huy no sabes como es él conmigo, es súper lindo, es todo un galanazo, muy atento, conversamos mucho, salimos a comer, me escucha, es detallista, me dedica canciones y poesías, ufff no sabes, lo amo, lo a-m-o.

Ya pero dime quien miércoles es tu dichoso noviecito, me gustaría conocerlo. – te decía aparentemente muy tranquilo, pero por dentro pensaba estropear a golpes su linda boquita y sacarle la lengua para que nunca más te pudiera cantar ni recitar algún poemita barato.

No no no Fabián, muérete de viejo y no de sapo, jamás, never osea nunca te lo diré, quédate con la espina en la garganta, además no es mi noviecito, al menos todavía no, pero algún día lo será ya, tengo la esperanza de que lo sea, lo malo que es muy mujeriego, pero en el fondo es muy lindo.

Ok, entonces no te cuento a quien me levanté anoche – era obvio que desde hace mucho no tenía nada con ninguna chica, solo tenía ojos para ti.

No me importa, además sabes una cosa? Yo solo volvería a hacer el amor solo con él, ¿y sabes porque?

¿Por qué? - te contesté con ganas de que alguien jale del gatillo y me desaparezca porque ya me sabía tu respuesta.

Porque lo amo.

En ese momento moría, pero no de viejo sino de celos, de unos celos casi enfermizos y con pensamientos homicidas, cuanto hubiera querido ser psíquico y poderte leer la mente y saber de una vez por todas quien era el famoso galancete que te llenaba la cabecita de palabras de amor, aquel hombre guapo por quien desbordabas natural pasión y admiración.

Annie jamás me atreví a insinuarte nada acerca de mis sentimientos, siempre me mostré lo más natural posible, trate de disimular y maquillar mis palabras o alguna que otra caricia que me atrevía, trate de ser el mejor amigo que una chica linda como tu pudiera tener, te vacilabas cuando me oías darle algún consejo a algún amigo en común que no sabía como enamorar a una chica, en medio risotadas decías: “El señor de la seducción esta dando cátedra de cómo enamorar mujeres”, quizá lo decías en broma o puede que era una indirecta muy directa, tal vez siempre supiste que estaba templado hasta las patas de ti y mientras me decías esto en tu mente decías algo como “este cojudo tanto consejito a sus amigos de cómo seducir mujeres y él no es capaz de confesarle su amor a la chica que quiere”, créeme que por un momento esto pude leer en esa risa burlona.

Una noche que jamás olvidaré, fue la mejor que vivimos juntos, la recuerdo muy claramente, toda la tarde había llovido, las calles estaban todas inundadas, la brisa era fresca, tanto así que invitaba a meterse a la cama temprano, eso intenté hacer hasta que ya un poco más de las nueve de la noche sonó mi celular y eras tu:

Aló?
Fabián?
Si ,soy yo. Annie que pasa?
¿Estas ocupadito?
Estoy acostado en mi cama, viendo película, que por cierto esta malaza, ya me esta aburriendo y me duermo dentro de un rato …por?
Quiero que ayudes con inglés, mañana es el examen final y dependo de esto para mantener mi promedio alto.

Ya vente pa´ ca.

Tú sabías que yo hacía cualquier cosa por ti, y si el precio de ese desvelo era gozar de tu presencia, entonces lo pagué gustoso. Ya te faltaba solo ese semestre para que finalices tus estudios de Educación Inicial en la universidad, te encantaban los niños, querías tener dos, pero con el tipo del que estabas enamorada.

A ti te encantaba el vino, no te gustaba la cerveza, la odiabas ya que te mareaba muy rápido. Así que saqué un vinito que mi viejo trajo una noche para una celebración familiar que al final ni se lo tomaron. Llegaste a los 10 minutos, vivías a escasas diez cuadras, ya no viniste en tu bulliciosa y vieja moto chaly verde, sino en tu nuevísima crypton negra, que ciertamente era más grande y más veloz, te la habían comprado tus padres para tu vigésimo cumpleaños, lo recuerdo bien por que yo tenía 21, te llevaba solo por un añito. Estuvimos estudiando cerca de dos horas, hasta que el vino comenzó a hacer efecto en nosotros, no estábamos borrachos, pero fue lo suficiente como para soltarnos la lengua y en una avalancha de valentía me miraste fijamente con esos ojos cafés y me dijiste:

“Gracias por todo, por tu amistad, por ser tan lindo, por escucharme, por ser atento conmigo y gracias por dedicarme y cantarme esas canciones tan bellas y por escribir los poemas más lindos que me llegaron al corazón, te amo”

Yo me quedé mirando tus ojos, tus labios, tu cabello, te vi más bella que nunca, te ame más que la primera vez que te conocí, me quedé sin palabras, quieto, inmovilizado por tus palabras, pensando lo idiota que había sido, todos estos años me venías diciendo que estabas enamorada de mi y no me di cuenta, que imbécil en obsesionarme buscando al tipo del cual me hablabas tan bonito, tan ilusionada, soñando despierta que él sería el padre de tus hijos, sin saber que ese tipo era yo. Solo te miraba mientras te acercabas para besarme, por fin pude probar la dulzura de tus labios - los mismos que me alucinaba besándolos mientras me ponía en lugar de los tipos con los que te aventuraste alguna vez - te besé apasionadamente por todos esos años de amor clandestino que te tenía.

Mis padres ya dormían, entramos silenciosamente a mi habitación, te recostaste en mi cama, la misma en las que tantas tardes gozaba con tu lindo cuerpo -moldeado agradablemente por horas de horas en las clases de baile en el gimnasio, si que te gustaba el baile – yo parado al borde de la cama contemplándote, me pediste que me quitara lo ropa lentamente y que hiciera lo mismo contigo, aquella noche te amé como siempre soñé hacerlo, te hice el amor tantas veces, pero solo en mis fantasías. Tu fuiste mi primera vez, hice el amor por primera vez contigo, por más que haya tenido muchas otras amantes en mi perra vida, para mi tu fuiste mi primera mujer. Sin darnos cuenta nos dio las tres de la mañana.

Huy carajo!!! mira la hora que es Annie…debes irte ahora mismo.

No mi amor, quiero quedarme contigo para siempre, así como estamos ahorita abrazaditos.

Pero tus viejos se van a molestar, no quiero que pierdan la confianza en mi, en serio debes irte, es más, mañana te busco a la salida en la universidad y nos vamos a comer algo rico…ok?

Mmmmm bueno que más me queda.

Te levantaste de la cama, yo me quedé recostado, y observando tu desnudes me sentí feliz, era un sentimiento que nunca antes había experimentado y quería sentirlo muchísimo tiempo más. Te terminaste de vestir, yo me puse solo una truza y te acompañé a la puerta, ya sentada en tu nueva moto, nos despedimos:

Ya me voy mi amor, no sabes lo feliz que me siento el haberte dicho lo que sentía por ti, aunque tu no me lo digas yo se que tu también me quieres mucho – me decías mientras se te escapaban unas lagrimas de tus ojos, las mismas que fueron a parar en tus labios, yo me acerque y te di un beso.

Ahorita no tengo palabras, contigo siempre me quedo mudo, solo te digo que esta noche fue muy especial y si…te amo.

Adiós loquito.

Adios Annie.

Annie, se que nunca podrás leer ésta carta, ya que aquella fue la última noche que te vi, minutos después camino a tu casa se te cruzó un perro callejero, la pista continuaba mojada, trataste de evadirlo con tus buenos reflejos y tu notable habilidad al conducir pero fue imposible, saliste volando y tu cabeza fue a dar en el borde de la vereda, fue instantáneo, tu cuerpo sin vida quedó tirado en esa calle húmeda y desolada, te perdí.

Yo me enteré la mañana siguiente a través de la llamada de tu mamá, ella me dio la penosa noticia, quedé devastado, tuvieron que pasar varios años para poder reponerme. Ahora escribo esto a manera de tenerte siempre presente, en mi memoria y en mi corazón, para dejar una huella de que lo vivido por nosotros fue una verdadera historia de amor, un sentimiento que se fue fortaleciendo por la amistad, admiración y cariño incondicional que existió entre nosotros. Ahora me consuelo escribiéndote, lo hago porque tu recuerdo no me quiere abandonar, además es la única manera que tengo de sobrevivir dignamente contigo en el corazón.

No quería creerlo, no podía perderte, no en ese momento, no cuando por fin eras mía completamente, me había preparado cerca de tres años para vivir lo que estaba viviendo contigo, y al encontrarme con la cruda y deprimente realidad simplemente quedé en shock, sin ganas de nada, reviviendo en mis pensamientos lo vivido la noche anterior, cuando tenía tu cuerpo desnudo entre mis brazos, mis labios saboreando toda tu suave piel, besando el tatuaje que te hiciste conmigo en la espalda, estabas tan llena de vida, feliz de que por fin pudimos decir lo que teniamos guardado tanto tiempo y ahora tu cuerpo esta en una fría sala de la morgue.

Aún siguen tatuadas las palabras que me dijiste aquella noche cuando me besaste por primera y última vez “Te diré un secreto, te quiero, te amo como a nadie en este mundo pero nunca me animé a contártelo, tuve miedo.... miedo a que no me amaras...”. Y ahora me pregunto ¿Qué hubiera pasado en nuestras vidas si me dejaba convencer por ti para que te quedaras conmigo toda esa noche?...y me respondo, tal vez te hubieras quedado conmigo, no solo esa noche, sino para toda la vida.

Ángela: Mi bella tentación‏

Esta tarde te vi después de muchos años, caminabas como si fueras toda una modelo en plena pasarela, lucías tu linda anatomía dentro de esos jeans celestes y ese top negro, dejando a todos los hombres babosos en el camino, los mismos que eran testigos de ese derroche de sensualidad por los pasillos del centro comercial, estabas muy bella, de hecho mucho más que la última vez que nos vimos. Te conoces muy bien, sabes lo que tienes y lo que eres, déjame decirte una vez más que eres un bom bom, eres una chica preciosa que sabe que lo es, no te conozco desde pequeña pero juraría a que haz sido la más guapa de la clase durante toda tu vida escolar, luego serías la más linda del equipo de voleibol, después del instituto y así podría seguir sumando.

Mi querida Ángela ¿recuerdas que yo también fui uno de esos babosos que quedó hipnotizado ante tu esplendor? ¿Te acuerdas cuando nos conocimos? Puedo apostar a que lo olvidaste, ya que tienes una mente muy volátil, te costó para aprenderte mi nombre. Fue en un terminal terrestre la primera vez que te vi, ambos viajábamos a Trujillo, yo por trabajo y tú de vacaciones por unos días. Yo viajaba solo y tu con tus padres. Tu mirada me impacto en el primer momento, jugueteabas y me sonreías a lo lejos, no conversamos en ese instante. En el bus casualmente me senté junto a tu papá y tú delante de mí con tu madre. Gran parte del camino converse mucho con tu papá, por cierto ¿qué será de la vida de Don Carlitos, sigue exportando espárragos al extranjero?, traté de caerle bien, charlamos mucho de todo, ya sabes como me gusta hablar y hablar, admiré mucho a tu viejito, un tipo muy sabio e inteligente.
Al llegar a Trujillo, Don Carlos nos presentó, tuve el placer de poder sentir tu suave mano entre la mía y de deleitarme con tu aroma con un beso en la mejilla, también me invitó a hospedarme en el mismo hotel que ustedes, ya que yo le había comentado que no tenía un lugar escogido donde quedarme. Esa misma tarde mientras me disponía a tomar una siesta tocaste la puerta de mi habitación y me invitaste a pasear a Huanchaco:
Oye Fabián, vamos a la playa. – me dijiste con una desbordante sonrisa y tu graciosa voz que parecía como si estuvieras resfriada y con la nariz tapada.
¿A la playa? Estoy muy cansado por el viaje, creo que no, mejor mañana. – a medio hablar te respondí, pues estaba sonámbulo, casi dormido.

Anda vamos, comemos cebichito y unas chelitas luego ¿qué te parece? – me insististe cogiéndome del brazo.
Mejor mañana, quedémonos en el hotel y bajamos a tirarnos un chapuzón en la piscina, pedimos cebichito y cervezas, ok? Y mañana temprano fugamos a la playa. – lo sorprendente fue que no te molestaste, accediste gustosa a mi propuesta.

Aquellos primeros días habrían de ponerte en evidencia mi mediocre espíritu aventurero: sólo me interesó conocer a fondo la piscina del hotel, los restaurantes y en un rapto de audacia una salidita a la playa contigo, nos fuimos a donde tu dijiste, a Huanchaco, tu exhibías un bikini negro, te veías más bella que una sirena, no había mujer en esa playa trujillana que pueda igualar tu hermosura y sensualidad, fue para mi una gran dosis de autoestima, me creía muy afortunado al sentir la envidia de los hombres que te miraban junto a mi, yo como tu dueño, tu como mi mujer, pero eso solo era en apariencias, no me atreví a decirte lo mucho que me gustabas, temía a que me dijeras que no, a que me rechazaras, como podrías fijarte tu en un tipo como yo, que poco le gustan las diversiones, que se pasó toda la tarde en la playa leyendo un par de libros aburridos y bebiendo cerveza, mientras tu te divertías en las olas. ¿Quién va a leer libros en la playa? Pues yo, solamente yo, como tu me dijiste alguna vez “eres un caso único”. Quizá eso te llamo la atención de mí, éramos dos polos completamente opuestos, además porque nunca me mostré muy interesado y sorprendido por ti, siempre me supe disimular bien, no como la mayoría de hombres, es que me daba miedo tu juventud, apenas tenías dieciséis años y era mayor que tu por varios años, pero esas son justificaciones tontas para maquillar y confirmar mi probada cobardía y falto de experiencia con las mujeres.

Esa misma cobardía desapareció esa misma noche en mi habitación del hotel, cuando tu y yo decidimos comprarnos una botella de vodka y nos pusimos a beber viendo una película, recuerdo que lloré como una niña con las escenas de Jhon Q, aquella película con Denzel Washington, cuando la botella de vodka ya andaba por la mitad, cuando de tu canguro sacaste un pomito negro, unas hojitas de marihuana estaban en su interior, lo armaste y empezaste a fumar, me preguntaste si antes yo también lo había hecho, te respondí que no, me invitaste, te recibí, fumé contigo, fumamos juntos, compartimos esa extraña sensación de delirio que minutos después rompieron con mi cobardía y timidez, terminé haciéndote el amor, confundidos entre el vodka, la marihuana y el deleite de tener tu cuerpo desnudo entre mis brazos, acariciando toda tu piel con mis manos y saboreándola con mi lengua, tu sentada a horcajadas sobre mi, los ojos cerrados, revuelto tu pelo ensortijado, tu cuerpo agitándose con el mío, me concediste el placer de entrar temblorosamente en ti, todo eso tuvo lugar en la alfombrada soledad de mi habitación.

Pero me duele decirte que a pesar de tu belleza y de tu dulce esmero por educarme en esos goces, ese único encuentro me dejó una contrariada sensación de amargura y éxtasis. Y para justificarte esto voy a hacerte una confesión, aquella vez tu no fuiste la primera que me “rompió la boca” - como tu dices al referirte al probar por primera vez la marihuana – con ese wiro de marihuana, pues no, yo ya lo había probado mucho antes, es más había tenido un grave problema con eso de las drogas, y decidí dejarlo para siempre, preferí decirte que nunca había fumado, porque veía en tu mirada esa satisfacción de orgullo por querer inculcarme y guiarme en esa delirante experiencia, recaí, fui débil, no podía decirte que no, no quise desilusionarte, no quería que sigas pensando que soy un aburrido, además era la única forma de armarme de valor, de llevar a la realidad mis deseos y fantasías que tenia contigo, para saciar mis apetitos por los placeres de tu carne. Era consciente que tu compañía no me haría bien. No quería volver a aquellas noches en blanco, sin poder dormir, de espaldas a mi familia y a Dios, esas en las que el corazón me dolía y yo cobardemente fumaba marihuana y aspiraba más cocaína esperando a que mi cuerpo colapse intoxicado y caiga muerto por sobredosis a los veinte años, como si ello tuviese algo de glamoroso, admirable y de sentirse orgulloso. Ahora le doy gracias a Dios por haberme dado fuerzas para salir de esa agonía, por darme una razón por qué vivir. Debía alejarme de ti, no podía ser tan cobarde y estúpido como para meterme esas cochinadas nuevamente.

Tengo un divertido recuerdo de aquella noche cuando intoxicados por el vodka y la marihuana saltámos desnudos en la cama, escuchando a todo volumen “El Che y los Rollings Stone”, la misma canción que siempre me trae momentos junto a ti. Así eras tu me bella Ángela, tan linda, tan rebelde. Eras la protagonista de mis más morbosas fantasías, las mismas que cobraron vida las primeras noches de nuestra amistad, cuando nuestros cuerpos aún no se conocían y todo era una inquietante promesa. Pero lo que más me encantaba de ti eran tus manos, blancas y finas, las uñas pintadas de un modo particularmente discreto, aún las recuerdo con porfiada intensidad el hechizo que ellas ejercieron en mi. Yo no podía dejar de mirarlas, me decía que esas manos preciosas tienen que ser mías. Pero la sola idea de mis labios recorriendo tu cuerpo, atreviéndose a tocarte, excitaba mis sentidos, alborotaba mi imaginación. Tú hablabas y me sonreías, yo te escuchaba y te miraba las manos.

Al volver a Lima, en el bus, trate de evitarte comportándome frio contigo, hice un esfuerzo sobre humano por ignorarte, preferí sentarme en la última fila de asientos, mientras tu junto a una vieja que roncaba como vaca, por lo que en medio viaje, mientras todos dormían, te escapaste y te viniste a sentar conmigo aprovechando que tenía los dos asientos para mi, nos besamos apasionadamente, querías más, allí era imposible, existía mucho silencio, nos metimos al baño y ahí la continuamos, semi desnudos simplemente nos dejamos llevar, haciendo realidad un vez más mis fantasías, en este caso la mezcla era letal, cocaína y adrenalina, no podíamos parar, pero los irrupción de un borracho que abrió la puerta del baño y la inesperada volcadura de sus intestinos a través de su boca sobre el piso hizo que se rompiera todo el éxtasis, fue horrible, asqueroso, salimos corriendo y dejando al tipo de rodillas durmiendo sobre su propia cochinada.

La última vez que te vi fue en el terminal, te agradecí por todos los momentos que pasamos en esos siete días juntos, me sentía afortunado de haberte conocido, de tenerte allí en frente de mi, de gozar tu esplendido cuerpo y la furia de tus besos, nadie me había besado así, es más nadie me ha vuelto a besar de esa forma, gracias por el incendio en tu mirada y por los inconfesables placeres que me enseñaste. Aunque ahora que lo pienso nuestra aventura fue brevísima, pues no duró más de una semana y pasa sobre mí la culpa de darla por terminada. Como te dije antes me asusté, me acobardé, sentí que me podía enamorar de ti y a la vez sabía que iba a terminar mal, me faltaba el valor para decirte no, para evitar recaer en el vicio, aunque nunca me sentí adicto, pero igual. No tuve coraje para vivir ese amor que pudo ser, pude haberte ayudado a que no perdieras el control con las drogas ¿por qué fui tan imbécil?

Espero que algún día de estos me puedas perdonar, aunque me gustaría mucho volver a revivir aquellos momento contigo en Trujillo, pero se que ya te casaste y eres muy feliz con tu marido, que por cierto no le veo la gran cosa, un tipo pequeño, poco agraciado, ni siquiera tiene mucho dinero, pero de algo estoy seguro, esta muy enamorado de ti, no lo culpo es muy fácil enamorarse de ti, que a pesar de tener a los hombres a tus pies, nunca te mostraste como una diva, siempre fuiste muy suelta y humilde. Que suertudo de enano, como lo envidio, se ve que es un buen hombre, maldito cojudo, pude haber sido yo el que se este paseando por ese centro comercial de la mano contigo y no el feo que ahora es tu marido, espero que él te pueda dar todo el amor que tú mereces. Solo tengo que vivir de los recuerdos de esa semana tan divertida - a mi manera - junto a ti. Te agradezco una vez más, mi linda Ángela, mi bella tentación, por todo lo que me enseñaste, por tu audacia para soñar y tu pasión desmedida. Cuenta siempre con mi rendida amistad. Pasará la vida y me queda tu sonrisa en mi memoria. Eso, la melancólica evocación de tu sonrisa, me llena de alegría pero también de una extraña quietud.

La Histora de Camila‏

El frío, la humedad de la calle y el calor que emana de su cuerpo durante la noche le permiten dibujar con sus dedos, cada mañana en la ventana de su habitación, corazones rotos.


No duerme más allá de las seis de la mañana. Soñadora, vulnerable e ingenua. Camila despierta todos los días con la amargura de haber perdido la virginidad la semana anterior.
Ahora se da cuenta de que no sabe por qué lo ha hecho. Fue así porque sí, sin darse cuenta. Cayó en la trampa del deseo, del remolino hormonal y la presión del grupo. Todas sus amigas ya lo habían hecho. Lo sucedido ni siquiera lo escribió en su diario.

Luego de ducharse se contempla en el espejo desnuda, mojada, extraña y con la mirada perdida en el vacío. Perdida en sus senos que florecen cada vez más a su tierna edad.
Camila a sus diecisiete años busca vivir más, busca a la niña que según ella perdió días atrás. Ella guarda un secreto que muy pronto no tendrá como ocultarlo.

Recuerda con triste nostalgia aquel sábado en que muy emocionada se despidió de sus padres y entró al taxi con destino a la casa de su mejor amiga, quien organizó una gran fiesta por su cumpleaños. La casa era inmensa, con orquesta en vivo, buffet, mayordomos y mucha gente.

Después de dar un paseo por toda la mansión ingresó al salón principal y vio al chico más lindo que sus ojos habían visto jamás, él precisamente caminaba hacía ella. Camila nunca antes supo de él. "¿Cómo te llamas?" él le preguntó. Ella ruborizada y con la mirada gacha respondió: "Camila". "Mucho gusto Camila, yo me llamo: Rodrigo". Aquella noche Camila ya se sintió enamorada.

A la salida de su instituto, el día lunes, Rodrigo la esperaba con una rosa azul en la mano, caminaron juntos las treinta cuadras hasta su casa, él cargaba los libros y el maletín de Camila. Al final, al llegar a la puerta de la casa se despidieron con un beso en la mejilla y él sin que ella se diera cuenta le dejó escondido una nota en la primera página de uno de sus libros, que decía: "Si la vida me diese un deseo, desearía conocerte de nuevo. Me gustas mucho. Rodrigo". Ella en la noche al leer la nota muy extrañada pero emocionada a la vez empezó a saltar de alegría en su habitación.

Al día siguiente también Rodrigo la esperaba. Pasaron todo el día juntos hasta la noche, como la tarde anterior Rodrigo acompañó a Camila a su casa y se despidieron con un beso en la mejilla. Así pasaron los días.

Por las mañanas cada vez que Camila despertaba inexplicablemente encontraba una "Rosa Azul" al pie de su cama. Ella la tomaba, la abrazaba y sonreía cerrando los ojos. Camila se sentía más enamorada que nunca. Hasta que llegó el fin de semana, estaba muy ansiosa porque iba a una fiesta con Rodrigo y presentía que algo importante pasaría aquella noche. Cuando todo terminó, Rodrigo y Camila fueron a caminar por la playa, se besaron en los labios por primera vez. Rodrigo propuso ir a dormir en un hotel, ella aceptó porque estaba perdidamente enamorada. Subieron a la habitación y Camila segura de su amor por Rodrigo se entregó a él, en cuerpo y alma. Aquella noche le regaló lo más importante en su vida "Su virginidad".

Al otro día Camila despertó y no encontró a Rodrigo, solamente había un cofre de plata con unas rosas azules talladas y una nota que decía: "La pase muy bien anoche, por favor abre este cofre cuando estés en tu casa. Rodrigo".

Cuando Camila llego a su casa, abrazó a sus padres y de inmediato fue a su habitación recordando el cofre de Rodrigo.

Cuando abrió el cofre una lágrima rodó sobre su mejilla. En el cofre había una "rosa negra" toda marchita; al lado de la flor había una nota que decía: "Bienvenida al mundo del SIDA”. No volvió a saber más de Rodrigo.

Camila abraza a su madre de la nada y en silencio. Al padre no lo puede mirar a los ojos como antes y él la mira con la misma infinita ternura de siempre, pero ella, en el rosado de sus mejillas esconde un secreto. Ahora Camila entiende que no se enamoró perdidamente de Rodrigo, sino, perdedoramente.

Con la Mente en blanco y con el Alma negra

Con la Mente en blanco y con el Alma negra


Hace días que me siento frente a la computadora y no logro escribir nada, trato de hacerlo, deseo crear algo diferente pero es imposible, no es que no quiera, simplemente las ideas y las palabras no fluyen como normalmente lo hacen, estoy virtualmente bloqueado, siento brotar alguna idea buena en la cabeza pero de pronto todo se torna en blanco, veo todo nublado, no me siento muy inspirado, estoy turbado pero no se por qué. Quizá tenga algo que ver con lo que me sucedió en estos días, en realidad se trata de una mujer, una más que se suma a la larga lista de las mujeres que perdí, pero esta vez sin tener la menor idea del por qué la perdí, tampoco si la tuviera tendría muchas ganas de comentarlas, me siento muy decepcionado de esta relación, me siento muy decepcionado de Ella, yo esperaba algo más por lo poco que la conocía… felizmente no llegó a más, pero de lo malo debo rescatar que fue una relación muy bonita en el parpadeante y breve momento que duró.
Fue como un fruto inmaduro que recién estaba formándose y creciendo, se saltó la etapa de madurez para terminar pudriéndose, era como un barco a la deriva sin saber cuál es su puerto de llegada por falta de brújula, como quisiera poder eliminarla completamente de la lista de contactos de mi mente, como desearía que haciendo click y presionando suprimir la borrara completamente de mi sistema, un sistema que se siente abatido e infestado por un poderoso virus dejándolo invalidado y haciéndolo incapaz de poder utilizar todo su potencial de creación. Felizmente por ahí apareció un bello anti virus en forma de mujer que me está ayudando a levantar mi sistema y ponerlo operativo nuevamente, de la cual comentaré en el futuro.
Ahora que eliminé a Ella de mis contactos, por momentos me entran las ganas de querer saber qué es de su vida, si sigue trabajando en el mismo lugar, si continúa con las clases de violín. Me gustaría saber cómo están los abuelos, quizá conversar e intercambiar algunas palabras por más frías y cortantes que sean, pero luego me digo que no, no debo volver atrás, Ella me pidió que diera vuelta a la página, pero yo decidí cerrar el libro, ya que la historia que se escribía en él era pobre y sin sentido. Bueno como dice el poeta francés Jhon Keats, “El fracaso es el camino al éxito”, es decir, de las experiencias se aprende, pero yo de mis caídas nunca aprendo.
Quizá esté escribiendo estas líneas acompañado de unos compañeros que susurran en mis oídos estas palabras; amigos ya habituales en mi vida diaria, ellos no son más que una serie de sentimientos encontrados y tienen por nombres Cólera, Cariño, Nostalgia y Esperanza. Cólera por las cosas que pasaron y por la forma en que me pude haber comportado, quizá yo tenga la culpa de todos mis fracasos emocionales. Cariño por Ella, por todo lo que me brindó en el corto tiempo de ser historia en mi vida. Nostalgia por los momentos y las madrugadas intensas que compartimos. Esperanza de que algún día pueda encontrar esa alma que tanto ando buscando, aunque dicen que el amor no se busca, simplemente se presenta, llega en el momento menos esperado, bueno entonces yo ando buscando ese momento.

Como verás no tengo nada de que escribir, las palabras no fluyen, me encuentro bloqueado, con cero inspiración, con la mente en blanco y con el alma negra.